25.2.08

Las vacas tambien vuelan, por Bárbara Gill

Volví de Nueva York a Buenos Aires en el vuelo AR1301 de Aerolíneas Argentinas. Puedo asegurar que las vacas vuelan, por esa aerolínea, precisamente.

Pedí una mascarilla para dormir. La pobre azafata se disculpó con su mejor sonrisa: "Disculpe, no tenemos". Pensé que si veía la película que daban, posiblemente sería tan mala que me dormiría...

En el Airbus había sólo dos televisores, de los chicos, montados en la parte central. Sentada en uno de los costados, veía mal: uno estaba muy lejos y el otro demasiado cerca, pero ambos me ofrecían un ángulo "raro". Extrañé las pantallitas en cada asiento que tuve oportunidad de disfrutar en un vuelo local Los Ángeles-Nueva York, donde podía elegir entre una buena cantidad de programas de televisión y películas...
No sé con qué película deleitaba AA a sus pasajeros, era -creo- una comedia vieja, pero el videotape -sí, ¡era un videotape!- estaba tan estirado que a cada rato se transformaba en "lluvia", rayas horizontales, etc. Pensé que escuchar música me ayudaría a dormir...

En uno de los canales de sonido pude escuchar uns 40' de Les Luthiers. Lo disfruté, pero cuando la cinta comenzó a repetirse "me mudé" hacia un canal de música clásica. Una delicia: por un oído me entraba una ópera italiana y por el otro un concierto. Dos al precio de uno, je, vieja costumbre argentina. Encontré un canal de música folklórica: cortes, chirridos y otras hermosuras me hicieron huir de ahí. Odio el jazz, pero fue lo único que pude escuchar...

Después de la cena, lo único disponible para beber era agua. Ni un bocadillo, galletita o snack. Poco antes del desayuno el agua también se terminó...
El desayuno fue bastante estándar, aunque el yogur -de pésima calidad- vencía al día siguiente... ¿Lo habrán comprado de oferta?

Lo único destacable fue la amabilidad de las azafatas, la hermosa dicción del encargado de los anuncios y la pericia del piloto que supo llegar a horario a pesar de haber salido con retraso.

Bueno, ahora lo saben: las vacas también vuelan y pagan un buen dinero por un pésimo servicio.

Bárbara Gill.-

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